La forma especial de Fernando Rodney para hacer amigos

La gorra plana y ligeramente inclinada del dominicano Fernando Rodney siempre ha levantado miradas. Lo mismo puede decirse del “acto” del arco y la flecha cada vez que el veterano monta cada vez que cierra un juego, no siempre para el agrado de los rivales.

En resumen, el hombre puede herir susceptibilidades y hasta conseguir indignar a uno que otro por ahí.

“Cuando estaba en el otro lado no puedo decir que era fanático suyo”, reconoció con una sonrisa el manager de los Atléticos, Bob Melvin. “Pero una vez que lo conoces, vaya, no creo que haya alguien más amigable en este grupo. Y luego entiendes las razones por las que hace sus cosas y dices, ‘Ok, ahora entiendo’. Es parte de su personalidad”.

“Es de esos tipos que tiene una personalidad infecciosa”, resumió Melvin.

Rodney ha conocido a cientos de compañeros en el béisbol a lo largo de los años. Los Atléticos, que lo adquirieron en un cambio con los Mellizos el verano pasado, son su 10mo equipo. Cumplirá 42 años cuando estén en Tokio en un par de semanas, el 18 de marzo. Dos días después comenzará su 17ma temporada en las Grandes Ligas.

Entre los peloteros activos, sólo el también dominicano y agente libre, Bartolo Colón, e Ichiro Suzuki, en el campamento de los Marineros con un contrato de ligas menores, son mayores. Ambos tienen 45 años.

“Yo me siento con poder y energía y mientras me siga sintiendo así voy a seguir en la pelota”, dijo Rodney.

La gorra con la visera plana es un homenaje a su fallecido padre, Ulise, un pescador que usaba su cachucha de lado para protegerse del sol. La flecha imaginaria es una deferencia a La Flecha, una pequeña villa cerca del pueblo natal de Rodney en República Dominicana. Ahora vive en Florida como ciudadano estadounidense y tiene seis hijos.

Pero hay muchos otros que lo ven con una figura paterna, incluyendo a varios dentro del clubhouse de los Atléticos.

“La forma como él nos trata es como si fuésemos sus hijos”, dijo el derecho dominicano Frankie Montás. “Él nos dice, ‘Yo juego con ustedes, muchachos, pero yo podría ser su papá’”.

“Yo ni sé cuántos años tenía yo cuando él empezó a jugar”, reconoció el prospecto peruano-venezolano Jesús Luzardo. “Pero tengo muchos años viéndolo”.

Luzardo nació en 1997, cinco años antes del estreno de Rodney en las Mayores con Detroit, y es uno de varios jugadores de los Atléticos que frecuenta la casa de Rodney en el desierto para cenar y jugar dominó. Montás, junto a los pitchers cubanos Norge Ruiz y Miguel Romero, y el infielder dominicano Jorge Mateo, también son visitantes regulares.

Siempre comen bien. Rodney, a quien le encanta cocinar, disfruta compartir sus mejores platos en su cuenta de Instagram. Pescado, sopa y ocasionalmente pollo y carne son sus favoritos, generalmente acompañados por arroz o plátanos. O batata y aguacate.

“Nos comemos todo”, dijo Luzardo. “Es increíble”.

“Un día les dije, ‘Hey, hoy quiero comer pollo’, así que comimos pollo con plátanos”, confesó Rodney. “Hacemos mucha sopa. Y mucha carne”.

Rodney suele visitar supermercados asiáticos que venden productos, como plátanos, que generalmente no se consiguen en los mercados regulares en Estados Unidos. Rodney se hizo amigo rápidamente de un carnicero en Phoenix y ahora lo llaman cuando llega pescado o carne fresca. También se lleva huesos para hacer sus propios consomés para las sopas.

“Le gusta comer, pero se cuida”, aseguró Montás. “Siempre lo vas a ver en el gimnasio trabajando. Seguir lanzando y tirando así de duro y con un cuerpo así, eso es increíble. No hay muchos que puedan hacer eso. Trabaja muy duro”.

Montás tenía sus propias dudas con respecto a Rodney cuando los Atléticos lo firmaron, pero rápidamente se despejaron y el muchacho de 25 años ahora lo considera un mentor.

“Cuando tú hablas con él, que lo conoces, es un tipo bien cool”, contó. “Yo lo respeto mucho. Y él lo que dice es que él es así y no va a cambiar”.

“Me ha ayudado mucho personalmente a entender el juego un poco más”, siguió Montás. “El hombre sabe todo, porque ha estado mucho tiempo en la pelota. Me ayuda con los conteos, a ver qué puede estar buscando un bateador, cómo lanzar adentro, afuera, elevar la recta, cositas así”.

Rodney disfruta todo: la comida, el béisbol y los compañeros.

“Son buenos compañeros”, dijo. “Mucha gente en este cuarto, tu les ves las caras, y ves que se están divirtiendo, y eso es algo que yo no siempre veía en el pasado. Lo vi un poco en Tampa cuando estuve allá. Pero aquí es todo el mundo”.